Ataraxia y ecuanimidad

Para empezar, se puede tomar como referencia la definición de la RAE, que la hace equivalente a la Imperturbabilidad y la serenidad. Para profundizar en la definición es preciso recurrir a manuales y diccionarios filosóficos en los que describe, con diferentes matices, como una disposición del ánimo por la que, mediante la disminución de la intensidad de sus pasiones y deseos, se alcanza el equilibrio.

Pues bien, las diferentes escuelas helenísticas, con mayor o menor contundencia, proponen un apaciguamiento del deseo y de la actividad intencional con el fin de, en última instancia, alcanzar la ataraxia. Cada escuela, evidentemente, aporta su enfoque concreto.

Así, el epicureísmo resalta la diferencia entre los deseos naturales necesarios, relacionados con la supervivencia, y los deseos naturales no necesarios, que provienen de la cultura, política y vida social. El gran malentendido con el epicureísmo es identificarlo con la satisfacción de los deseos y la búsqueda del placer, cuando su idea clave es la minimización de los deseos inevitables por necesarios y la eliminación de los innecesarios, partiendo de que su satisfacción siempre es frustrante y termina por conducir a un malestar mayor que el placer inicial.

Por su parte, para el estoicismo la ataraxia es la condición para alcanzar la libertad que da la indiferencia a las ventajas y desventajas de la fortuna externa, y la ausencia de cualquier temor a los caprichos de los dioses y a la inevitabilidad de la muerte.

Por último, los escépticos, que niegan la posibilidad de alcanzar cualquier certeza y optan por la suspensión de juicio, asumen la ataraxia derivada de ello como una forma de serenidad e imperturbabilidad.

Del lado oriental el concepto equivalente sería el concepto budista de la ecuanimidad, un estado mental cultivado a través de la meditación y que haría posible vivir en calma y tranquilidad con una mente ajena a cualquier perturbación. La proximidad entre la ataraxia y la ecuanimidad propuesta por el budismo, también parece incontestable.

Es importante resaltar que ni la ataraxia ni la ecuanimidad son sinónimos de pasividad o desinterés, sino más bien se refieren a un estado positivo y activo de estabilidad mental, e incluso a la libertad existencial alcanzada al librarse de las ataduras de los deseos compulsivos de imposible satisfacción.

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