¿Aún budismo?
La cuestión que se plantea ahora es, si para hacer que el budismo sea inteligible y creíble, hay que depurarlo y elaborarlo, ¿el resultado del tratamiento todavía se puede considerar budismo?
Aquí es importante resaltar que algunos budistas ya llevan un tiempo realizando por su cuenta esa depuración, obteniendo lo que se ha venido a llamar budismo laico, ateo, secular... Estos budistas laicos interpretan, o intentan interpretar, los textos budistas desde un punto de vista racional y empírico lo que, evidentemente, se lleva por delante buena parte de sus contenidos habituales: karma y renacimientos, cosmología y dioses, devociones y mantras...
La referencia más conocida de esta línea budista es Stephen Batchelor, budista tradicional en su juventud que ahora reconoce que su objetivo es reelaborar el núcleo de las ideas budistas fundamentales en un lenguaje contemporáneo para humanizar y secularizar la religión, liberándola de las creencias metafísicas y supranaturales.
En un alarde de síntesis, centra lo esencial de su idea de budismo en las siguientes cuatro ideas: el principio del origen condicionado, el proceso de las cuatro nobles verdades, la práctica de la conciencia atenta y el poder de la confianza en uno mismo.
Evidentemente, para llegar a eso ha tenido que dejar caer unas cuantas cosas que la mayor parte de los budistas consideran irrenunciables. En ese sentido, se le ha acusado de seleccionar las fuentes budistas y limitarse a las citas que confirman su planteamiento, manipulación que él no niega, pero responde que siempre ha sido así, y que eso ha sido precisamente lo que han hecho todas las escuelas budistas.
Aquí puede venir a cuento hacer notar que el budismo siempre ha tenido algo de test de Rorschach, en el que cada uno ve (o puede ver) lo que tiene interés en encontrar. Bien es cierto que esta flexibilidad de interpretación puede verse como un rasgo positivo de tolerancia y apertura: desde luego, las religiones convencionales nunca han consentido esa situación.
En cualquier caso, también hay otros planteamientos escépticos que, partiendo de un serio revisionismo y crítica del budismo tradicional, tampoco son complacientes con depuraciones como la que realiza el budismo laico.
Así, Bernad Faure, estudioso del budismo, y especialmente de la cultura japonesa, acuña el término de neobudismo para etiquetar estas depuraciones, que considera una especie de budismo a la carta, en el que, según su expresión, se ha echado demasiada agua al vino o, en este caso, al té, para terminar construyendo un budismo presuntamente auténtico que, con toda probabilidad, solo ha existido en la imaginación occidental, y en el que se ha perdido buena parte de su riqueza y complejidad. Faure plantea la necesidad de un enfoque crítico y bien informado para evitar caer en estas modalidades superficiales de budismo "new age".
En fin, en cualquier caso, y como conclusión a lo anterior, parece razonable postular que un budismo, digamos, racional (en el sentido de ajustado en sus contenidos para evitar aquellos más claramente contrarios al conocimiento basado en la razón convencional, es decir, sujeta al principio de falabilidad), tendría derecho a ser considerado budismo con el mismo fundamento que cualquier otra versión, escuela o secta, a fin de cuentas, contradictorias entre ellas en tantos aspectos esenciales de sus doctrinas.