¿Teoría o práctica?
Los seguidores de las escuelas helenísticas tenían un interés instrumental y secundario en la reflexión filosófica, es decir, esta era un medio y no un fin, porque su objetivo no era entender la realidad sino transformarse como personas para lograr una forma de vida, de estar en ese mundo, si no feliz, sí por lo menos libre de sufrimiento: alcanzar la "eudaimonía", expresión del griego antiguo que no resulta apropiado traducir directamente por felicidad, siendo quizás más ajustadas otras como plenitud o equilibrio.
En palabras de Pierre Hadot, la filosofía resulta ser una terapia de la desgracia humana, desgracia provocada por las convenciones sociales (para los cínicos), por la búsqueda de falsos placeres (epicúreos), por la persecución del interés egoísta (estoicos) y por las falsas opiniones (escépticos).
En este sentido, las filosofías helenísticas aportan prácticas dirigidas a la transformación interior, presentándose como terapias para la vida y consistiendo básicamente en actividades dirigidas al dominio y eliminación de los deseos y pasiones, que se ven como el origen del sufrimiento. Estos ejercicios (de atención, memorización, meditación, lectura, escucha o indagación) formaban parte de la vida cotidiana de las diferentes escuelas, y buscaban focalizar el presente y dominar el pensamiento y la voluntad.
Sin embargo, tanto la atención, como objetivo, como la meditación, como práctica, son, en buena medida, completamente ajenas a la cultura occidental actual, lo que vendría a explicar nuestra esquizofrenia entre lo que sabemos y lo que realmente comprendemos: el occidental puede percibir racionalmente la idea, pero por su condicionamiento cultural y social es incapaz de experimentarla de un modo vívido y directo.
Así, mientras que para un occidental el conocimiento está directamente vinculado al lenguaje y el pensamiento abstracto y conceptual, en Oriente la palabra y la teoría, en el mejor de los casos, es algo posterior a una revelación previa y sin palabras y, en el peor, es el velo de Maya que impide alcanzar esa revelación.
La coincidencia en este aspecto del budismo y, en general, el pensamiento oriental, con las propuestas de las escuelas helenísticas resulta evidente.

